Cualquier museo de mundo puede contar con piezas únicas, con cuadros de distintos estilos, con esculturas originales y llamativas o, incluso, con colecciones de incalculable valor. Sin embargo, ninguno permite que sus visitantes las toquen. Cristales blindados, vigilantes de seguridad y cordones de terciopelo se encargan de impedírselo. Pero existe un museo, un único museo en todo el mundo, que pone todas sus obras de arte al alcance de la mano. Se trata del Museo Tiflológico –de la palabra griega tiflós, que significa ciego- que la Fundación ONCE tiene en Madrid. Allí todo está hecho para ser tocado.
El deseo de acercar el arte a las personas con problemas visuales, no sólo para que pudieran conocer las obras, sino también para que tuvieran la posibilidad de disponer de un espacio donde exponer sus propias creaciones, llevó a la Organización Nacional de Ciegos a inaugurar, en 1992, este museo. “El patrimonio cultural y bibliográfico que posee la ONCE, unido a la inquietud y la demanda de un espacio por parte de los artistas ciegos y deficientes visuales, fue la base de la que surgió la idea de crear un museo”, afirma Miguel Moreno Torbellino, coordinador del Museo Tiflológico, además de psicólogo de formación y amante del arte.
Así surgió este museo, entre la segunda y la tercera planta de un edificio de la calle La Coruña en el que desde los colores que indican el paso de una sala a otra, hasta el ascensor, pasando por un suelo que indica el camino con sus distintas texturas, todo está adaptado para las personas con problemas visuales. La accesibilidad prima sobre cualquier otro aspecto en este museo. “Es nuestra forma de mandar a la sociedad el mensaje de cómo nos gustaría que fueran todos los centros culturales, las bibliotecas y, por supuesto, los museos”, comenta Moreno.
Los baldosines, bordeados por moqueta, guían a los visitantes por las distintas salas del Museo Tiflológico. La primera de ellas expone las obras de artistas ciegos como una escultura de Andrés Clariana, un deficiente visual que ha escogido la madera de coral para tallar su obra, la única del mundo que no flota. También se puede conocer ‘El palacio de los lerdos’, una obra de César Delgado, un fisioterapeuta, ciego total, que trabaja en el hospital Doce de Octubre. En ella el artista muestra la fachada de un palacio cuyas columnas protegen un espejo que refleja a todo el que la admira.
La segunda sala acoge maquetas que reproducen fielmente monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como el Coliseo romano, el Partenón griego, la Estatua de la Libertad o el Taj Mahal encuentran aquí su hueco. “El concepto de accesibilidad es muy importante para nosotros y adaptamos siempre nuestras piezas para lograr respetarlo”, asegura el responsable del museo mostrando cómo a los pies de la maqueta de la Torre Eiffel surge su cúpula, ya que debido a la altura de la obra el visitante no podría tocarla.
La tercera sala es el lugar elegido para ubicar los grandes monumentos nacionales. La catedral de Burgos, la Sagrada Familia de Barcelona, el acueducto de Segovia, la Puerta de Alcalá o la plaza de la Cibeles, son algunas de las reproducciones que se pueden descubrir a través del tacto. “Aquí se puede apreciar hasta el más mínimo detalle, incluso hasta los que pasan desapercibidos cuando se visitan los monumentos originales”, comenta Miguel Moreno ante la reproducción de la Alhambra.
La última de las salas está dedicada a exposiciones temporales. Esta sala expone obras de artistas que no tienen ninguna deficiencia visual pero que muestran una colección especialmente concebida para ser descubierta con las manos. “Realizamos cinco exposiciones temporales al año, así damos diversidad a nuestra colección. No son artistas con deficiencias visuales, pero sus obras son para ellos”, afirma el coordinador.
Pero este museo no es sólo para personas con problemas de visión, sino para todo el mundo. Para alguien que ve perfectamente, el Museo Tiflológico aporta nuevos puntos de vista desde los que apreciar el arte. Aunque puedan ver las piezas los visitantes no pueden resistirse a tocarlas. Tocar las obras produce sensaciones completamente distintas.
Por ello, la intención de los responsables del Museo Tiflológico es dar a conocer sus 1.500 metros cuadrados a todo el mundo. No quieren que la gente piense que este es un museo dedicado en exclusiva a los invidentes. Aquí hay grandes esculturas, pinturas espectaculares y maquetas únicas que no pueden apreciarse ni tocarse en ningún otro sitio. Además, como dice Miguel Moreno, invidente desde los 6 años, “una obra de arte es siempre una obra de arte, seas quien seas”.
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